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sábado, 28 de mayo de 2011

DANEL EN URBIA

Este sábado me he quedado solo con Danel, y voy a aprovechar a llevármelo a uno de los lugares con más encanto de la montaña vasca, y también uno de los que más veces he visitado: Arantzazu y Urbia.

Nada más llegar, el Aitzabal nos saluda


Recuerdo la primera vez que vine hasta aquí, hace más de 20 años. Nada más ver esta montaña emergiendo en la niebla, creo que ya me enamoré del lugar.

No voy a explicar como se llega a Urbia, porque el camino es archiconocido.

Llegamos a la fuente de Erroite (donde dicen se apareció la virgen)


Danel va a buen ritmo, aunque se para varias veces a mirar los rincones, o a saltar de piedra en piedra


Su voluntad es cada vez mayor, como demuestran sus casi 4 añitos. Incluso al llegar al collado, me disputa el honor de llegar el primero... e incluso me tiene que esperar


En el collado de Elorrola


Cuando vine por primera vez (estuvimos acampados 5 días en las campas), recuerdo que toda la subida la hicimos con niebla espesísima, y justo en el collado, la niebla se abrió tímidamente, dejando ver, lo que entonces, y aun ahora, me parece un espectáculo sublime.

Danel todavía no se recrea tanto en estos paisajes, pero aun así lo disfruta. Todavía tendremos que esperar para subir a esas cimas que nos sirven como telón de fondo


Y llegamos a la ermita. No es que hayamos hecho un gran tiempo. Pero tan solo hemos venido a disfrutar...


Comemos en el jardin de la ermita, la tortilla que nos ha preparado amama, y los embutidos y queso que he arramblado de la nevera. En el monte todo sabe muchísimo mejor. Danel se queda con las ganas de ver la ermita, pero nos enteramos que la suelen abrir los domingos. Ya hay excusa para volver. Bajamos hacia la fonda, y pasamos por el dolmen de Gorostiaran


Danel es el que dirige. Pasamos la fonda, y vamos buscando una campa para jugar al balón. Nos encontramos con estas banderitas señalizadoras de una carrera que va a haber al día siguiente


SE la quiere llevar, y le tengo que quitar la idea de la cabeza. Por fin nos decidimos a dar unas patadas al balón.


Aita, aita, el campo que has elegido está muy, pero que muy en cuesta



Después de hacer el zángano un rato, toca descansar. Montamos el campamento y nos tumbamos, como dice Danel, sólo a ver las montañas.


Pero que bonito que es Urbia


Después de no mucho más de 20 minutos, sin siquiera hacer lokoluzka, recogemos el campamento





Paramos en la fonda a tomar una pica yo, y un mostito él. Y luego viene la sorpresa. Se le antoja subir al Gorostiaran, que está ahí mismo. Al final llegamos a una antecima donde hay una placa conmemorativa.


Le engaño diciendo que estamos en la cima, pero claro, ve el Gorostiaran, y quiere seguir. No me hace mucha gracia, ya que el terreno es accidentado, pero además pienso en la vuelta, ya que llevamos mucho tute para un niño tan pequeño (o eso me parece a mi). Al final le convenzo para no seguir, aunque se enfurruña un poco


Pero enseguida recupera la sonrisa cuando paramos a merendar en Elorrola, donde nos encontramos con una familia de caballos


Contemplando el paisaje que se ofrece desde Elorrola


Aprovecho para sacar el trípode, con el que he cargado todo el día


y me pongo a hacer el indio


y claro, Danel no va a ser menos (aquí tuvo alguna ayudita)


Al inicio del descenso, a la izquierda del camino, hay una campita con esta gran roca con una cruz arriba. Yo la llamo túmulo, aunque no he encontrado su nombre por ningún lado. Danel, pese a la altura se quiere subir


Le enseño que siempre hay que buscar el paso "fácil"


Y se encarama casi hasta arriba


Jugamos en otras rocas de los alrededores. A Danel le encantan las rocas y trepar por ellas. Si empieza ahora con menos de 4 añitos, ¿que futuro creeis que le espera?


Después de un buen rato, retomamos la bajada, hasta los puentecillos


en este otro se quedó un buen rato descansando


De vuelta en el santuario, aprovechamos para entrar (a Danel le encantan las iglesias)


Nos despedimos de Arantzazu. ¡Hasta pronto!


Fueron 9 horas por el monte. Vale, muchas paradas, nos lo tomamos con mucha calma, pero me sigue sorprendiendo que tras una jornada así, no tuviese agujetas, y que no se quejase más que por no dejarle subir "al monte más alto". Cuando llegamos a casa, casi me acuesta él a mi, ja, ja, ja.

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