Después de una semana terrible en el trabajo, el sábado me levanto temprano y salgo en dirección a Arantzazu, con intención de cerrar un círculo que se abrió hace más de 22 años.
A las 9 y cuarto echo a andar. El día, muy claro en Santurtzi, aquí está más cerrado. La temperatura ha caido unos 8º desde mi pueblo. Subo por las escaleras hacia el moderno y no muy agraciado edificio, en dirección a la ermita del santo Cristo. El santuario bajo las primeras sombras del amanecer, y desde una perspectiva que todavía no tengo:
El cuadrado edificio, con el Andarto al fondo
Anboto, saliendo detrás de las peñas de Orkatzategi
En 1990 con 17 años, durante las fiestas de Santurtzi, nos fuimos 7 amigos, toda la semana a Urbia. Yo por aquel entonces sólo había subido al Serantes y al Pagasarri, y no recuerdo si alguna cima de montes de Triano. Las montañas las veía desde la carretera, o el tren. Del Anboto y el Gorbeía había oído hablar, y el Aizkorri no me sonaba más allá de las lecciones de geografía física como máxima altura de Guipuzcoa. Supongo que tenía otras prioridades, como tratar de ligar con chicas de mi edad, que en aquellos años, y más en Euskadi, no era difícil... era un milagro, je, je, je. Quizás cansados del sin fin de negativas sufridas en aquel comienzo de verano, y hartos de ingerir alcohol para tratar de perder la verguenza innata a esa edad, nos fuimos a recargar neuronas a un lugar totalmente desconocido para mi (en aquellos años lo mismo me podían haber dicho que nos íbamos a los Alpes o al Tibet, para mi era un viaje de la de Dios, y estábamos en el culo del mundo), y que con los años se ha llegado a convertir en mi segunda casa.
Un frío y nublado domingo de julio nos pegamos un madrugón de los que hacen época (por supuesto tampoco nos íbamos a privar de realizar la preceptiva salida nocturna, je, je), y cogimos el autobús a Arantzazu, que salía de Bilbao. El viaje fue un poco revuelto por las reminiscencias de la noche anterior, y el que menos, llegó mareado a Arantzazu. Pero aquí se abrió ante mi un nuevo mundo. Han pasado 22 años, y cuando vengo, aun sigo recordando la imagen al bajarme del autobús, entre brumas, surgía casi a la misma altura, pero separada por un vertiginoso barranco, la cruz de Aitzabal. En aquel momento me pareció la madre de todas las montañas, en medio de un entorno que aun hoy se me antoja de los más bellos que se pueden contemplar.
Comienzo por el camino balizado especialmente para invidentes, que va de Arantzazu a Gomiztegi, y enseguida aparece el desvío a Duru
Las fotos son casi las mismas que las que hice el año pasado camino del karst de Katabera: Katabera pero el paisaje cambia muchísimo de la primavera al final del otoño, ya casi invierno:
Nuevo desvío hacia las bordas de Duru
Y el camino
Hasta que llego a Duru:
Con el telón de fondo de Akaitz
Duru:
El camino:
Se llega a una nueva borda, donde parece que acaba el camino, pero entonces se gira a la derecha en fuerte pendiente, internándome en un bonito pinar, hasta que aparece un nuevo cartelón
Que desemboca en la pista que lleva de Gomiztegi a Urbia por Iferrutz (y que también lleva al collado Biozkornia, donde se establece la separación entre las sierras de Aloña y Aizkorri). Paso por Malla, esa verde alfombra que ahora ofrece una panorama diferente al que vi en la primavera del año pasado:
Una vez repuesto de la impresión que me causó el Aitzabal surgiendo entre la bruma, nada más bajarme del autobus (no sé que les pareció al resto, o si bastate tenían con controlar los estómagos, aun tocados de los excesos nocturnos, acentuado por un conducir un tanto brusco por una carretera revirada), subimos por el camino habitual, envuetos en nieblas, sin que el sol se atreviese a salir. La subida fue penosa. Llevabamos 2 canadienses de aquellas que pesaban una tonelada (en comparación a las de ahora) con las cuales nos íbamos turnando, y todas las provisiones para 5 días (nada de barritas energéticas ni cosas de esas que hay ahora; comida de verdad), más un par de hornillos. En fin, que no te podías embelesar demasiado durante el camino, como mucho parar a tomar resuello y cagarte en lo más barrido, preguntandote qué coño hacías allí. Afortunadamente los 17 años pueden con todo.
¿Y el equipo? Además de las canadienses (como las llegué a odiar con todos sus tubos de hierro, nada de carbono, aluminio o chorradas por el estilo), llevabamos equipo de alta montaña, o sea, lo que se llevaba entonces, unas zapatillas de tenis (las salidas cuando llovía las hacíamos con katiuskas, sí esas botas de goma hasta casi la rodilla), y chandals más o menos viejos. El más preparado llevaba un traje militar que le había dejado su tío. Vamos, como para conquistar el Aconcagua, je, je....
Llego a Eskista por pista, con el Artzanburu como fondo:
Y cojo el desvío que me marca hacia Urbia:
Una fuente, no tiene nombre, pero por el lugar donde se encuentra se le podría llamar de Artzanburu
El día no es muy agradable, pero en cuanto salgo a la zona expuesta, el viento sopla furioso, y helador. De todas formas veo el camino, y como emerge al fondo el Enaitz
Continúo por camino, en ocasiones algo difuminado, hasta una nueva señal
Y continúo por un camino balizado con rocas, hasta el dolmen de Artzanburu:
Aloña desde el dolmen
Y el propio Artzanburu al fondo:
Tras la dura subida por el camino de Urbia llegamos al collado. Fue llegar a Elorrola, y quedarme con la segunda imagen que se me quedó grabada de por vida en la retina (ya es difícil, dos imágenes así en el mismo día). La niebla se abrió ligeramente, no suficiente para dejar ver el sol, pero sí para tener una perspectiva mejor de lo que tenías delante. Todavía recuerdo el verde esmeralda de la campa, la fila de piedras que lleva hacia la fuente de Zabalaitz, y el inicio del camino de la ermita entre fresnos... y el cartelón de bienvenida (que ya no está) en madera, no como los actuales de materiales plásticos que no tienen ese encanto, que decía algo así como " visitante, bienvenido a Urbia; no dejes suciedad entre tante beldad". En aquel momento (y 22 años después pocas cosas lo han superado) me pareció la imagen más sublime que había tenido la suerte de contemplar.
Por fin el día despejó algo, y luego tuvimos 5 días de tiempo magnífico. Uno de los días comencé a subir en solitario, a esa montaña que domina todo Urbia, y parte el valle en dos cuencas, el Enaitz. Ni siquiera llegué al Gorostiaran, y es que subir en solitario para alguien sin ninguna experiencia se hacía duro. Lo dejé ahí. Sin embargo sí que subí, con el que a la postre sería mi compañero más habitual de montaña, Andres, al Zabalaitz. En aquel momento no lo sabía, ni siquiera sabía que era el Zabalaitz hasta que llegamos al buzón y vimos la placa, pero aquel monte, sin saberlo, se había convertido en mi primera cima de más de 1000 metros. En días posteriores subí con otro amigo (no hicimos ninguna excursión los 7 juntos) al Aizkorri, e hicimos también el Aketegi, que entonces se creía que era la máxima altura de la sierra.
Me desvío ligeramente para alcanzar la loma detrás del dolmen, y de allí una pala de nieve se me abre hasta el collado de Iferrutz.
La sierra tapada por la niebla
Vista hacia Urbia
Bajo al collado de Iferrutz, y ahí mismo está el Enaitz
Ya toco la cima
Después de 5 días no completé aquella ascensión que había iniciado. El Enaitz quedó allí sin que llegase a tocar su cima. Volví en el 96 a Urbia con la que entonces era mi novia, e intentamos subir al Aizkorri, que estaba nevado, ¡en zapatillas de deporte!; evidentemente un montañero que bajaba nos quitó la idea. A partir del 2003 he venido de forma asidua (no lo sé, pero por lo menos 10 veces). He hecho 2 veces la cresta del Arbelaitz al Aizkorri, he subido Aizkorri por la kanal haundi, he hecho toda la sierra de Aloña, he atravesado el karst de Katabera, Aratz,.... pero el Enaitz seguía allí, y aunque se merecía una visita, nunca me cuadraban las rutas.
ENAITZ (1300 MTS) Se ha hecho esperar. 22 años. Además, tuve cuidado de que fuera una cima con algo especial. Es mi mil número 200. De esta forma cierro el círculo que comencé en aquella acampada: del primer 1000 en 1990 al número 200, separados por unos pocos metros de distancia, y 22 años en el tiempo, pero sobre todo, por un collado que para mi tiene un significado especial, que no es otro que aquel donde la montaña comenzó a engancharme, aunque entonces no sabía aun que iba a tener éxito.
El cercano Zabalaitz, y a mis pies el collado Elorrola:
La sierra de Urkilla, al fondo la ciudad que se ve es Vitoria
La cresta que recorreré hasta Gorostiaran, con mucho cuidado, por lo húmedo del terreno, y sobre todo por el viento
Panorámica completa desde el Enaitz
Paro un rato a comer algo, al amparo de la cresta, en su vertiente norte, ya que el viento entra muy fuerte de SW. Luego bajo por la cresta con cuidado hasta GOROSTIARAN:
Continúo por una cresta más amplia hacia Urbia. Una mirada atrás con la cima recién ganada, y detrás el Enaitz
Ahí abajo ya se distinguen la ermita y la fonda, y las campas de Urbia, con un aspecto invernal
Y el Zabalaitz que abrió la historia sin saberlo un mes de julio del año 1990
La ermita de Urbia
El dolmen de Gorostiaran
Los arroyos de Urbia, que ahora bajan con muchísima agua, convirtiéndolos en auténticos ríos, que hacen más difícil su vadeo
Aquellos 5 días en cierto modo me marcaron. Fue una experiencia que con la perspectiva de los años veo de un modo casi místico. Quién sabe, pero ahora creo que me dejó el poso de las imagenes que disfruté, y aunque tardaron 13 años en cristalizar, me acabaron llevando a seguir buscando nuevas experiencias, nuevas imagenes que pueda retener en la retina incluso aunque me quede ciego, momento que siempre llevaré conmigo grabados en mi memoria. Son muchos los lugares mágicos, los momentos soñados, los instantes recordados, varias las montañas que superan al Aizkorri en magia y en mis preferencias personales. Si en el mundo de la montaña, existe un hogar para cada persona que lo siente, lo vive y lo ama, y a la cual siempre acaba regresando, sin duda mi hogar montañero está en Urbia, y más concretamente en ese collado mágico entre el Enaitz y el Zabalaitz. Hoy definitivamente he cerrado un círculo de apenas unos pocos metros en la distancia y 22 años en el tiempo.
La bajada, en esta ocasión por el camino que sale a la izquierda del camino normal de Arantzazu a Urbia, y que pasa al lado de esta gran roca, que yo llamo el túmulo de Elorrola
El camino se difumina en el comienzo debido a al nieve caida
En este punto, el camino se divide en 2: sigo de frente (izquierda, en vez de girar a la derecha que llevaría más directaente a Arantzazu)
Aunque el camino se difumina, en algún momento me encuentro con claras marcas del camino
En algunos tramos, la gran cantidad de agua caida, y la nieve que se va derritiendo, convierte el camino en auténtico río
El camino da bastante vuelta hasta llegar al fondo del barranco, el cual seguimos, ahora por cómoda pista. El torrente que baja muy crecido, me ofrece preciosos rincones
Paso por debajo de las paredes del increible Gazteluaitz
Esta estructura para canalizar el agua bajo la pista
Que concluye en esta verja
Al lado ya de esta otra, bien conocida donde comienza el popular camino de Arantzazu a Urbia
Una última vista al santuario de Arantzazuu
Ruta sencilla, sin más pretensiones que las indicadas en el texto, pero con un gran sabor personal para mi. Ruta sobre mapa del IGN
Me gustaría tener fotos de aquella acampada del año 90, pero no conservamos ninguna. Pero la memoria es el mejor negativo fotográfico. Aun recuerdo intensamente muchos de los momentos vividos, los calurosos, días, las estrelladas noches al raso. La incomunicación total; entonces no había móviles, coberturas ni cosas por el estilo. Cada día bajabamos un par de nosotros a Arantzazu, a por pan, y llamar a los padres, y luego que se comunicasen entre ellos que todo iba bien y sin novedad.
Las conversaciones nocturnas tras caer la noche, las caminatas por el valle, las subidas diarias a la fuente de Zabalaitz a llenar las garrafas de agua. El despertar a las 6 ó 7 de la mañana, con los alegreres cencerros de las ovejas. El espectáculo de todo Euskadi y Navarra bajo las nubes, y el reducto de Urbia, donde aquellas nubes bajas no entraban por las murallas de roca que la custodiaban, como un valle escondido, remoto, inalcanzable.
Hoy he vuelto de nuevo a mi hogar en la montaña.
Snif, qué recuerdos... Por cierto, si la memoria no me falla, también hicimos alguna intentona de ligar con unas excursionistas, je, je.
ResponderEliminarSí. Bonitos recuerdos en un marco incomparable. Y sí, tratamos de ligar con una chicas acampadas cerca nuestro. Y tuvimos el éxito que soliamos cosechar en esas lides, je, je... o sea, na de na.
ResponderEliminarOso ondo mostruo...
ResponderEliminarSobra un toque melancolico pero muy buenooo...
A ver cuando me sumo a una de estas...
Felipe
Pues mañana creo que vuelvo por esos lares, a seguir descubriendo lugares, je, je, je... si quieres, ya sabes...
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