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sábado, 9 de abril de 2011

CADERECHAS: EL VALLE DE LAS SENSACIONES

En la provincia de Burgos, aproximadamente a la mitad de camino entre el norte de la provincia y la capital, nos encontramos con este sorprendente enclave: un valle recóndito y recogido, con un microclima especial, que hace que se pueda contemplar un fenómeno más propio de otras latitudes: la floración del cerezo. De hecho este ha sido el motivo del viaje hasta esta zona, cercana en distancia en Bilbao, pero remota, por las carreteras por las que transita.

Geográficamente el valle de las Caderechas se encuentra en la esquina noroccidental de la región de la Bureba burgalesa. Hacia el este limita con el río Oca, y hacia el sur su límite es poco claro, entroncando con la Bureba. Sin embargo por el norte está claramente cerrado por una sierra que parte de la ciudad de Oña, y alcanza su máxima altura en Tablones (1248 mts), continuando luego hacia las parameras de la Lora, para posteriomente girar de forma brusca 90º, formando una especie de circo, que cierra el valle también por el oeste, alcanzando aquí la cima de los Castillos (1141 mts), y prolongando hasta caer de forma brusca sobre la localidad de Hozabejas.

Precisamente esta serranía protege el valle de los heladores vientos del páramo de las Loras, generando un microclima, cuyo más claro exponente se produce en abril con la floración de miles de cerezos, que dan al valle un precioso aspecto. Tanto es así que se le conoce con el nombre de "el Jerte del norte".

Las posibles rutas son innumerables. Yo hice una ruta bastante larga por toda la sierra, y luego continué por la llamada ruta de los cerezos, ya en el valle. La ruta de la sierra, sin ser difícil, sí que es dura, pero se puede acortar por cualquiera de los numerosos portillos que nos iremos encontrando. En este caso, hice los Castillos, y aunque la intención era llegar a Tablones, decidí no llegar, por falta de tiempo, y porque prefería ver la ruta del fondo del valle.

Para llegar a este enclave, viniendo del norte (Bilbao-Villasana de Mena-El Crucero-Medina de Pomar-Oña), y en la localidad de Oña, debemos coger la carretera que va a Salas de Bureba. Se atraviesa este pueblo, y me dirijo a Aguas Candidas (precioso enclave donde el agua es protagonista), y de ahí por una carretera muy estrecha, pasamos por Hozabejas (bajo el portillo del infierno) y a Rucandio, donde comienza una de las rutas del valle. (Aproximadamente dos horas desde Bilbao en coche).

Nada más llegar, una primera estampa de los cerezos en flor


Cruzamos el pueblo hacia la iglesia en lo alto (son 4 casas, no hay pérdida); antes pasamos por esta fuente


Una imagen de los campos


Y de la iglesia de Rucandio, con unas grandes campanas


Otra imagen de los cerezos con la cima de los Castillos (adonde me dirijo) como telón de fondo:



Me interno por una pista, que me llevará en cómodo ascenso hasta los portillos. En la pista me llevo esta sorpresa, a unos 30 mts de mi:


Me dió tiempo a poner el tele, pero al acercarme, se marchó a toda pastilla. No son muy dados a la compañía. Durante todo el camino, me acompaña el aroma del pinar, y los sonidos de infinidad de pájaros (peno de no saber reconocerlos).

Al llegar al paso de los portillos, tuerzo hacia la izquierda, y por un sendero de deliciosa textura me dirijo al monte que quiero hacer hoy. Este sendero es fácil de seguir, y en moderada pendiente me lleva hasta la antecima de los Castillos (o Castillo norte). Desde este punto, la cima sur, la que tiene el vértice geodésico:


Y en algo menos de una hora culmino la cima de los Castillos (1141 mts), que se trata de mi mil nº cien (o sea, que es el monte nº 100 que pasa de 1000 mts). Para tal ocasión brindo con lo único que me he traido, agua:


Vuelvo sobre mis pasos hacia los portillos, y veo lo que me queda por delante:



De nuevo salgo de la pista, para meterme por otro precioso sendero, que me conduce a este bosquecillo de encinas:


El camino discurre entre árboles, y de vez en cuando se soma al acantilado:


Una gran encina, con los páramos de fondo:


Desde el cortado una bonita imagen con los montes Obarenes destacando


En esta zona hay bastante afloramientos de un tipo de roca blanca como la nieve: el caolín. El afloramiento más claro se ve claramente desde lo alto:


Más cerca:


Y con los campos "nevados" como fondo


En estas llego a un portillo (La Tasuguera), por donde se sube a la ermita de Santa Marina (donde todavía me queda un poco para llegar). En esta zona hay unas extrañas construcciones, cuya finalidad no entendía en principio. Se trata de casetas de observación de aves:


El cortado que he venido siguiendo:


Y llego a las ruinas de la ermita de Santa Marina (aproximadamente en dos horas media desde que salí), donde también hay una gran cruz


Interior de la que queda de la ermita


Parada larga del día, comida, y aprovecho para sacarme otra foto (en pocas salgo cuando vengo solo)


Tras una media hora de parada continúo, pero antes otra estampa del valle, con el blanco salpicando los campos:


Hemos girado hacia el este, siguiendo la cresta. A nuestra izquierda las estribaciones del páramo de Masa, impresionante altiplano burgalés, sin apenas habitantes. Me llamó la atención este río de tierra rojiza:


Nos situamos en la vertical de Huéspeda (que luego visitaré, siguiendo la ruta del fondo del valle):


La cresta, sin ser difícil, se pone interesante, en algunos puntos (se puede ir tranquilamente un poco más a la izquierda, sin necesidad de asomarse al balcón:


balcón que ahora se abre a una localidad con el nombre de la capital del país, pero de apellido como el valle (Madrid de Caderechas):


Y asomándome al abismo, veo el que me gustaría fuese último objetivo del día, los Tablones:


Si se quiere bajar a Madrid, hay que buscar el sendero que desciende de forma bastante directa, por las llamadas Canales de Madrid. Yo sigo en busca de la continuación de la cresta. En esta zona hay que perder altura, para luego volver a remontar por un pinar, o por la izquierda, más pegado a la cresta. Al volver a salir a terreno abierto, de nuevo nos asomamos, en este caso a Herrera de Valdivielso, que pese a su apellido, no pertenece al valle de Valdivielso (en la otra vertiente) sino a las Caderechas.


Ahora ya voy por terreno mucho menos trillado, buscando los mejores pasos. No hay dificultad, pero el monte bajo me va machacando las piernas, y ya son muchas horas de caminata, y el sol aprieta. En la siguiente imagen se ve la continuación de la cresta, y en ese prado verde, hacia la derecha, el último portillo que nos permitirá abandonar la cresta, es el portillo de la Junca:


La cresta no me convence mucho. Hace mucho calor, tengo poca agua. Si quiero completar la ruta del fondo del valle, se me va a hacer tarde (quiero estar a las 7 de la tarde en casa, tal como he prometido a mi mujer). Todo ello hace, que finalmente renuncia a Tablones y baje por un divertido y empinado camino (divertido sobre todo de subida y más si a estas horas, con el Lorenzo pegando de lleno). Desde abajo, no se adivina por donde sube el camino:


Ahora viene una pista que baja hacia Herrera, y que se hace muy, pero que muy pesada, y más con la calor que hace (y sin casi agua). De todas formas se pueden ver los bonitos colores de la primavera:


Y una vez en Herrera, empieza la ruta de los cerezos propiamente dicha:






Otro tramo pesadísimo de carretera asfaltada, me dejan en Madrid:


Escudo de Madrid:


Y empezamos con los macros, que hasta ahora no había hecho ninguno:



Y también de otras flores:



Desde Madrid para llegar a Huespeda se puede ir por carretera o por pista. Yo cojo la carretera, porque la pista hace subir unos cuantos metros, y sinceramente a estas horas, voy justo de fuerzas. Y llego a Huespedas:




Ahora la ruta casi ha acabado. Queda la vuelta a Rucandio, por una preciosa pista que atraviesa el bosque de pinos:



Madrid desde el camino, poco antes de llegar a Rucandio:


Al llegar a Rucandio sigo fotografiando árboles, en este caso no se trata de un cerezo (pena que no sepa distinguir la flora):




Todavía no me he cansado de retratar estos bonitos árboles:




Antes de despedirme de Rucandio, una úlima macro


Al final me llevó poco más de 7 horas hacer el recorrido, con la parada para comer, y muchísimas paradas paisajísticas y fotográficas.

Croquis de la ruta realizada. Si se quiere se puede hacer sólo la parte del fondo del valle. O bajarse antes de la ermita, o por las canales de Madrid. En fin, que las alternativas son innumerables:


ya volviendo desde el coche, el alto que aparece marcado como Mazo


Desde Hozabejas hasta Aguas Candidas, baja una acequia, o canalillo con agua. Aprovecho para parar y remojar un poco los pies machacados. Como se agradecen estas cosas.


No conocía esta zona de Burgos y me ha parecido impresionante, y no solo por los cerezos, sino desde un punto de vista montañero lo tiene casi todo. Además, aunque había gente (ahora es la temporada de más visitantes), no estaba tampoco masificado. Te encontrabas con grupos grandes, pero muy esparcidos por todo el valle, y la sensación en ningún momento era de agobio.

2 comentarios:

  1. Hola:

    Estupenda ruta. Si no te importa lo comparto en el facebook de Huéspeda.

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  2. Por supuesto que sin ningún problema.
    Este año tenía ganas de volver, pero en la época de la recolección de la cereza. Al final no pudo ser. A ver si el año que viene.

    slds.

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